Cruje, el antiguo palacio

El mundo contemporáneo propone a los individuos todo salvo devenir sujeto. En este sentido, se puede sostener la tesis de que el mundo contemporáneo es la idea de la muerte del sujeto como tal, en beneficio de la existencia de animales humanos competitivos que se reparten -por otra parte en condiciones de desigualdad absoluta – los recursos disponibles. Entonces, desde este punto de vista, se trata de proponer una resurrección del sujeto, o más exactamente una resurrección de los sujetos o una resurrección de la subjetividad (…) Ella no tiene por esencia la destrucción de la muerte ni la destrucción del capitalismo, aunque pueda orientarse en esta dirección; tiene por esencia la reaparición de la posibilidad de ser y hacer que el individuo viva a la altura del sujeto que es capaz de ser. Porque, a fin de cuentas, la verdadera vida se da cuando el individuo es capaz de mucho más que aquello para lo que se creía capaz, cuando franquea su propio límite interior, en materia precisamente de afirmación creadora, de puesta en marcha de una idea colectiva
Alain Badiou

Desde cierta perspectiva, podríamos decir que este pasaje de Alain Badiou repone, desde una lógica discursiva y filosófica, el núcleo de indagación que guió el proceso de creación de Cruje, el antiguo palacio. No porque lo hayamos tomado como punto de partida para nuestro trabajo escénico (de hecho, nos encontramos con él varios meses después del primer ensayo) sino porque supone una consideración del mundo contemporáneo a cuyo dramático devenir, nuestro espectáculo, desde ciertos procedimientos narrativos y técnico-poéticos, intenta aludir. El palacio, es la metáfora a la que apunta el espacio escénico. No desde una perspectiva mimética. Se trata de un espacio casi vacío, con un foro estructurado por un conjunto de paneles y pantallas que al mismo tiempo constituyen el lugar de ocultamiento para actores y actrices. Es más bien casi, una abstracción de palacio. Allí deambula una suerte de “corte”, en ropa de cama; los actores y las actrices visten batas, pijamas, camisones, saltos de cama y se adornan con joyas. Pulseras, anillos, relojes, aros y collares destellan brillos desde sus cuerpos.

A poco de comenzar, sin embargo, la metáfora del palacio va caracterizando de un modo más explícito a los centros urbanos de los países del mundo desarrollado. A través del procedimiento del mapping, los paneles y pantallas del foro se van poblando de imágenes y la “corte” va transformándose en un conjunto de hombres y mujeres pertenecientes a los núcleos de clase media de los países de hemisferio norte. El conflicto estalla cuando desde las costas del palacio se avista la llegada de las barcazas atestadas de inmigrantes ya sin comida y sin agua, a punto de zozobrar en el mar: “Los que llegan del inframundo y vienen a comer gratis nuestro pan”. Para usar otra expresión de Badiou; los que experimentan el “deseo desesperado de occidente” frente a quienes no podrán más que apelar a la discriminación, el racismo y la xenofobia. El consumismo, las rutinas del trabajo, el turismo global, la indiferencia, el individualismo a ultranza, escamoteando la posibilidad de vivir la vida verdadera. En el final, los cimientos del palacio, crujen y al crujir dejan relumbrar casi inesperadamente, un último destello de esperanza.

El presente proyecto se propone entonces concretar la creación de este espectáculo mediante la puesta en escena y realización de funciones frente a un público.